ALIMENTACION. Las necesidades alimenticias varían según el peso, del siguiente modo: de 1.460 a 1.680 Kcal. diarias, para los ejemplares de 25 - 30 kg.; de 1.880 a 2.080 Kcal. diarias, para los ejemplares de 35 - 40 kg. Para los ejemplares en fase de crecimiento, la dieta debe ser ajustada, tanto en cantidades como en calidad, para no incurrir en cuadros patológicos, a menudo irreversibles. Recordemos que el almidón crudo es escasamente utilizado, mientras el almidón cocido es atacado por una enzima del páncreas (amilasis pancreática). Por tanto, es una buena norma someter a los carbohidratos a una larga cocción. Para una aportación energética suficiente, los hidratos de carbono deben suministrarse de manera abundante; sin embargo, como el perro tiene un estómago y un intestino de poca capacidad volumétrica, esas cantidades tienen que ser reducidas. Un exceso de hidratos de carbono determina que las heces sean blandas y acuosas. Por tanto, es preciso darle preferencia al suministro de alimentos con un valor energético más elevado, y cuyo volumen sea pequeño, como las proteínas y las grasas. La digestión de las grasas, particularmente eficiente en el perro, se lleva a cabo exclusivamente en el intestino. CUIDADOS DIARIOS. Los cuidados prevén condiciones higiénico-ambientales óptimas, que se obtienen con la limpieza diaria de la perrera y una desinfección periódica de la misma. Para los ejemplares que tienen propensión a que se les formen más que a otros callosidades en los codos, los corvejones y las tibias, es conveniente acolchar la perrera e impedir que el perro se eche sobre superficies ásperas como el hormigón. La preparación física debe iniciarse oportunamente.